jueves, 30 de septiembre de 2010

La nota...

"Hace diez años", pensó cuando vió el libro, sorprendido de encontrarlo allí, tan a la mano. Sospechó que algún secreto movimiento de defensa se lo había escondido.

Tomó el pequeño, gastado volumen de orillas rotas no por el uso, por el paso del tiempo, y lo puso en la mesa.Pasó un largo rato contemplándolo, sin abrirlo, por no leer la trémula dedicatoria. Recobró solamente dos versos que lo habían acompañado desde entonces: "Amar es una seda, la de la llaga que arde sin consumirse ni cerrarse".

Cerró los ojos y recordó como el libro le había sido devuelto al dí siguiente, apresuradamente, sin explicaciones. Cómo él lo había abandonado, con ganas de perderlo. Nunca hasta ahora lo había vuelto a ver. Lo alzó en la palma de la mano izquierda y lo abrió. Un papel doblado en dos ocultaba su dedicatoria. Lo extendió. Reconoció enseguida los trazos caprichosos. Bajo la fecha inequívoca leyó: "Por favor, búscame el domingo. No me vayas a dejar".

La Musa y el garabato. México: FCE / Universidad de Guadalajara,  1992, pp. 258-259.

Éste pequeño fragmento está dentro del libro Conocer el Amor de Felipe Garrido. Siempre que lo leo me llena de nostalgia, me hace imaginar todo tipo de situaciones y sentimientos que pudo haber experimentado el hombre que lee la nota y a continuación trataré de hacer una pequeña historia...

Su corazón empezó a latir desbocadamente. Se dio cuenta del grave error que había cometido. Supo que se habían perdido por un estúpido despecho. "Tan sólo si hubiera abierto el libro", pensó. No lo podía creer. 

De pronto se agolparon en él todos los recuerdos de aquellos días felices que pasó junto a ella. Sobre todo perduraba aquella tarde en la que caminaban juntos bajo la lluvia después de amarse. Había sido tan felices. Ese libro era un pequeño presente que representaba todo el amor que él sentía por ella. "Ella dijo que siempre lo conservaría, que sería el símbolo de nuestro amor. Y cuando me lo regresó estaba terminando conmigo, lo sé.  Pero, ¿por qué lloraba?" Sólo se alejó. Lo abandonó, nada más volvió a saber de ella.

"¿Sabía que me dejaría?" se preguntaba después de haber leído la nota que recibía tarde, muy tarde. Tanto tiempo se había desvelado pensando, tratando de entender el por qué de su abandono, él quién tanto la amaba. Ella lo sabía. Pero aún así no se había quedado. Se amaban en secreto, pero eso no importaba, se amaban y estaban dispuestos a todo por seguir juntos. Pero ella lo había dejado. Así se pasaban sus noches, con las interminables cavilaciones de su partida.

Y ahora, cuando creía que por fin lo había olvidado, o al menos enterrado en lo más profundo de su ser, ahora que ya no dolía, que era sólo un recuerdo amargo que ya no detenía su vida, sintió que desfallecía. No sabía si reír o llorar. Los nervios, la impotencia, el amor, el dolor, el rencor, la frustración, el despecho, todo volvía a él. Se sentía desgraciado, patético. Pero era demasiado tarde. Ella no había regresado y él había aprendido a vivir con su dolor. Se contentó con pensar que tal vez no eran el uno para el otro...

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