jueves, 11 de noviembre de 2010

El México de José Alfredo Jiménez

“No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba...” Versos como éste, difícilmente pasarán de moda. Incluso siento que nos identifican más como mexicanos que el Himno Nacional en sí mismo, ya que no hay nadie que no cante “una piedra del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar…” o “me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella, de pena muero…” incluso sin que te guste el mariachi, las canciones de José Alfredo se adhieren a uno nada más escucharlas. Se quedan arraigadas en lo más hondo de nuestro ser, desde la crueldad de “qué bonita es la venganza cuando Dios nos la concede” hasta la visión de que el hijo del pueblo es el Rey, sin trono, sin reino, pero al fin y al cabo el Rey. Muchos de nosotros los sentimos, pero sólo él se atrevió a expresarlo así.

A pesar de todo, hay muchos que creen que el escuchar a José Alfredo es síntoma de embriaguez, y así es, pero lo que no saben es que se trata de una embriaguez no que viene del alcohol, sino que viene del alma. “Porque yo a donde voy hablaré de tu amor como un sueño dorado y olvidando el rencor no diré que tu adiós me volvió desgraciado”. No se trata de canciones de cantinas ni de borracheras, ya que José Alfredo no inventó ni las borracheras ni al dolido entrando a la cantina exigiendo su canción y su tequila. Se trata más bien de canciones de amores mal pagados, amores imposibles. “Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores”. En sus canciones, generalmente su amor es intenso y no correspondido. “Yo no sé lo que valga mi vida pero yo te la quiero entregar, yo no sé si tu amor la reciba pero yo te la vengo a dejar”.

José Agustín dice, en su libro La casa del Sol naciente en un capítulo dedicado a José Alfredo, que una mujer no podría componer canciones como las de él ya que, según José Agustín, “una mujer difícilmente arrastra la cobija sin soltar la botella como los enamorados de José Alfredo” y estoy totalmente de acuerdo, ya que los enamorados de José Alfredo, dice José Agustín. “son machos de pistola en cinto… son de espíritu volátil, como el del tequila, y en el fondo frágiles, débiles, lloran fácilmente en las cantinas…” Sin duda debe de estar de la fregada sentir que la vida se pierde  en un abismo profundo y negro como en la canción de “Ella”.

Sin embargo, no todo es desamor, pues José Alfredo también le canta a nuestro México, tiene corridos que van más allá de los amores imposibles en donde a pesar de todo, también reina la tragedia, “Bonito León Guanajuato, su feria con su jugada, ahí se apuesta la vida y se respeta al que gana”, o como el inolvidable Caballo Blanco que en los Mochis ya se iba cayendo porque llevaba todo el hocico sangrando habiendo salido de Guadalajara.

Y por más que pase el tiempo, insisto en que José Alfredo perdurará en la memoria popular por ser uno de los mejores compositores de nuestra historia. Sus versos son perfectos, son poemas inigualables convertidos en canciones que han sobrevivido y lo seguirán haciendo por siempre.


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